Me duele la memoria de tanto tener que olvidar. No sé si a estas alturas se me hace más fácil o más difícil, lo que sí sé es que me agota, me deja con pocas fuerzas. La tristeza se me hace líquida y pesada, y aunque me abandone el cuerpo en forma de lágrimas y otras veces de letras para exorcizar, me queda por horas, por días, la sensación de caminar con un pesado traje que me hace arrastrar los pasos y la respiración. Y eso me hace dolerme.
Así que hago acopio de fuerzas y recurro a la poesía como asidero. Y recito como credos el Yo no sabía de Juan Gelman, la Culpa es de uno de Benedetti hasta que tras la resignación la sonrisa se va asomando con Y uno aprende de Borges…
La poesía como analgésico.
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