Ilustración: Cristales Líquidos. Karen Neil.
Eugéne Ionesco, padre del teatro del absurdo escribió alguna vez “toma un círculo, acarícialo, y se convertirá en vicioso”.
Hay vicios de vicios, desde luego.
El helado de ron con pasas casi derretido, las charlas nocturnas prolongadas y el conjuro de escribir son mis preferidos. Pero hay otros que caducan, y como tal, tienen por destino escrito la basura.
Ser presa y cazar al mismo tiempo, en la pirámide alimenticia todos comemos, comer es un gusto, entre el gusto y el oído prefiero el oído, te escucho y con tus palabras me tocas, al tacto se exhalan los mejores aromas, cuatro menos uno es igual a seis, l'extase de l'aveugle, el ciego continua el camino hablando solo, mientras le acompaña la ausencia. Y después de todo yo la acaricio, a la ausencia.
Es entonces cuando caigo en cuenta de lo absurdo.
Pero levanto el rostro y basta con la mirada para recibir sus abrazos irrestrictos, sus palabras incondicionales y su presencia, esa inefable, esa indudable. Y en la virtud de la solidaridad de mis amigos, cierro en círculo.
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