
Se dice pronto. Cinco años son dos palabras que se dicen pronto, pero aunque el tiempo pase veloz cuando uno se divierte, en cinco años ha pasado mucho. Soy y no, la que era, la que fui.
Hace cinco años llegué a Madrid de madrugada en un tren cama que venía de Francia. Como el tren, arrastraba una larga hilera de experiencias como vagones, tras unos meses intensos y vitales –y mortales- en el país de Descartes, que puso a prueba mi razón con todo y su método. Llegué pronto, así que los brazos que me dieron la bienvenida no llegaron sino una hora después, y en ellos me abandoné cansada, incrédula y herida. Y ellos, esos cuatro brazos me atendieron como a un animal lastimado, me pusieron ungüentos y vendajes en las magulladuras y acercaron agua a mi boca para volver a creer.
Dos horas más tarde caminaba por la Gran Vía, la calle de la Princesa, alcanzaba la Complutense y hasta llegaba a creer que no todo estaba perdido. Y no lo estuvo. Allí comencé a ganar el doble.
No me cabe la menor duda que vine a dónde tenia que venir, aunque no todos los días sean fáciles, aunque los primeros años fueran tan duros, aunque los siguientes fueran tan vertiginosos.
Aquí conocí y me hice amiga de mi soledad, la gran aliada, aunque a veces me tome mi tiempo en entenderla. Aquí me conozco y reconozco en las miradas de mis amigos, esa familia urbana y universal que se ha creado por la voluntad y el cariño sincero. Aquí camino y me reencuentro en cada esquina, como quien enciende luces al pasar. Aquí descubro y me maravillo del amor familiar, y del tesoro de cada uno de los que me esperan siempre en Maracaibo. Aquí en Madrid, desde hace cinco años.
Aquí estoy, aquí soy. Esto también se dice pronto.
2 comentarios:
el tiempo hace que atesoremos lo que hemos vivido y lo que no.
a mi me paso hace un año.
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