La que huele a canela cumplió ayer 80 años. Ella creía que llegaría a 75 ó 76 pero ha llegado, contra su propio pronóstico, a 80 años. Le canté las mañanitas.
Lleva una cicatriz en la rodilla izquierda de una operacion de prótesis de hace un par de años, que orgullosamente enseña cada vez que tiene oportunidad como si de una herida de guerra se tratara.
De guerra, su guerra particular por ser fuerte y entera desde que a los 12 años se convirtió precoz en la madre de sus hermanos cuando la suya se despidió prematuramente.
Decidió que no tenía más opción que ser fuerte, y así nos lo enseñó a su descendencia. Y así lo aprendimos.
Mientras hablaba con ella, y tal como otras veces intentaba acariciarla con mi voz de este lado del teléfono me dijo que lo mejor de cumplir 80 años era que aún podía hacerse su comida y lavar su ropa. Me la imaginé diciéndomelo con su sonrisa accidentada y sus ojos hundidos llenos de miel.
Lo decía orgullosa.
1 comentario:
Felicítala de mi parte. Aunque no me conozca. Realmente, es admirable.
Una vez más, gracias por tus palabras, por tus conjuros. Me recuerdan la ternura profunda de José Luis Sampedro en "La Sonrisa Etrusca".
No dejes de compartir esa maravillosa cualidad.
Publicar un comentario