Ilustración: La danza. Pedro García Espinosa.
“Mientras baile, no te preocupes de mi”. Eso me dijo hace poco el hombre más importante mi vida. Y le creo, aunque dude que, por ahora, así sea. Me lo dijo mientras bailábamos en el verano eterno de mi ciudad ese domingo que celebramos el cumpleaños de mi abuela. Me lo dijo con la voz quebrada, la mirada oculta tras unas gafas oscuras que la protegían de tantas horas sin sueño, sujetando firme mi mano mientras me guiaba al bailar. Unas ocho horas más tarde yo sujetaba la suya mientras él lloraba. Ya no bailábamos.
En mi familia, bailar siempre ha sido tan importante como vivir. Dejamos de hacerlo hace siete años cuando la muerte nos golpeó implacable. Hace cinco años volvimos, paulatinamente, a volver a hacerlo.
Mi abuela siempre cuenta que cuando yo apenas tenía 6 meses de edad me gané un premio bailando en una fiesta del barrio. No caminaba todavía, pero sabía mover el culete y era demasiado joven aún para conocer la vergüenza. Así que me gané un pollito.
Cuando bailo me siento plena. Bailar es como tomar una bocanada de aire que me llena la existencia. Cuando bailo con mi amigo E es un instante tan perfecto que es como si mi cuerpo no existiese sino para moverme así.
Hace poco leía que hay Bailes para salir de la miseria. Y no me extraña.
Quisiera que el baile –y más que el baile el reencuentro con su música- le sirviera a mi hermano para que en principio saliera de la tristeza. Al menos para que vuelva a sujetar mi mano al bailar, al mismo tiempo que yo sujeto la suya. Y ya no llore por fuera, ni se inunde por dentro.
PD: Tu amor me hace bien. Así decía la canción que bailábamos ese domingo.
2 comentarios:
el amor siempre hace bien y bailar es como volar, es sentirse libre... como moverse en el espacio sin pedir permiso.
Dios te bendiga
Gracias por tus bendiciones Lil. Me ha encantado tu frase: "como moverse en el espacio sin pedir permiso". Me lleva a preguntarme qué tan conscientes somos de la libertad de nuestros movimientos... Un abrazo.
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