Ilustración: Design for the film Spellbound (1945). Salvador Dalí.
“… y me quiero morir… esta noche”. Así terminaba el sms que me llegó sobre la 1:52 de la madrugada de ese viernes. Desde que me fui de Venezuela, y especialmente desde febrero del 2003 nunca apago mi móvil durante la noche.
Yo creo que lo que sentí es lo más parecido a que el corazón se ponga de revés. Traté de buscar sensatez entre el sueño y el cansancio que me nublaban los sentidos. Lo llamé inmediatamente, pero no respondió. Lo intenté de nuevo, mientras trataba de pensar lo más rápido y sosegadamente que podía –una paradoja- las palabras y el tono precisos para hablarle. Tampoco respondió. Le dejé un mensaje de voz tan tópico como poco persuasivo, con suerte quizás algo empático. Respondí su sms con otro que tenía toda la fuerza que el de voz no tuvo. Tampoco tuve respuesta. Seguí llamando una decena de veces más, sin resultados, y comencé a preguntarme entonces, más espabilada y concentrada, si quizás no era otra de sus metáforas.
La respuesta la obtuve al día siguiente, a plena luz de una mañana que comenzaba con un correo electrónico que me hizo sentir terriblemente imbécil, ingenua e imbécil.
Pero prefiero sentirme imbécil a inútil. Inútil me sentí cuando, también por teléfono, me enteré, aquel miércoles de febrero de hace más de dos años que mi amigo Mg había decidido apagar todos sus sentidos y dejarnos sin él. A mi me escribió uno de sus últimos mensajes, pero lo leí demasiado tarde, cuando su dolor ya no era un lamento sino una noticia. En el mensaje decía que se sentía mal, pero nunca se despidió, todo lo contrario, no se despidió. Así que me sentí una inútil por no haber sido oportuna, por no haberme dado cuenta antes, por no haber estado en el momento indicado.
Por eso ya no apago el teléfono de noche. Aunque corra el riesgo de sentirme imbécil.
2 comentarios:
Creo que más imbécil es quien sea tan cobarde de enviarte una cosa así en la madrugada. Cuando alguien se quiere morir, quizás se despida a su manera como tu amigo Mg, pero dudo que lo anuncie.Eso en mi pueblo se llama "chantaje emocional" y tú caíste simplemente porque eres bondadosa.
Otra vez me espoleas, me sacudes con tus palabras...otra vez, la Muerte....(¿me está preocupando demasiado últimamente este tema?...)
Más allá de la confusión, del posible engaño o chantaje (otra vez, como no podía ser de otra manera, coincido 100% con Busaquita) que, para mí, pierde importancia ante la intensidad de tu vivencia, ante tu maravillosa forma de expresarlo...ha de ser un sentimiento desgarrador...y no puedo evitar conectarlo con mi sentimiento cuando recuerdo las últimas palabras que le dije a mi padre, ya en coma, sin ser del todo consciente que eran mi despedida de él (porfa, recuérdame que te lo cuente algún día).
Respecto "al de la metáfora", dice un refrán castellano: "El mejor desprecio es no hacer aprecio".¡¡Hay palabras que, en determinadas circustancias, hay que medir!
Y...por cierto...ahora entiendo, aún más, tus razones para no apagar ese, para mí, endemoniado invento por las noches.
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