Ilustración: Busaquita
Cuando conocí a busaquita yo apenas comenzaba mi carrera universitaria cuando ella ya llevaba media cursada. Este dato junto a su gestualidad certera y esas gafas que siempre le han dado mucha personalidad fueron suficientes para que la apuntara entre mi lista de ejemplos a seguir.
Ella estaba incómoda, como cucaracha en baile de gallinas en aquel retiro juvenil a los que yo ya estaba acostumbrada desde hacía un par de años. Yo la observaba atentamente, y apuntaba aunque solo fuera en mi mente cada crítica que hacía con la vehemencia de quien sabe muy bien a sus casi veinte años cuáles son sus ideas.
La vida nos sorprendió haciéndonos coincidir tiempo después como exiliadas voluntarias en un país que nos daba tantas oportunidades como nostalgias.
Hoy la veo poco, pero he sido testigo de como el dolor resbala por sus voluptosas caderas y ella lo hace tumbao primero, letras después, para exorcizarlo.
Me ha dejado ver la vulnerabilidad y la entereza que le ha heredado el desencuentro con ese que le quita el aire, y hoy la veo con más realidad que cuando la conocí. Aún con eso –corrijo, más aún por eso- hoy la volvería a apuntar en esa misma lista.
1 comentario:
No sé si merezco estar en esa lista, pero me alegro de que así sea. Tú estás en el top ten de la mía.Un abrazote canelita.
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