
El me busca entre oquedades y volúmenes, yo lo busco entre susurros y silencios. El espacio de su ausencia me perturba, el silencio de mis conjuros lo tienta.
Una arteria rousseauniana –la mía- se resiente, y una vena kantiana -la suya- cede, y entre palpitaciones de sangre –sangre que vuelve al corazón y luego lo deja- nos encontramos, con la buena nueva de su presencia y el bálsamo de mi voz.
Una mirada. Dos. Un susurro. Dos. Tres. Sus manos. Las mías. Cuatro. Y seguimos contando lados de una geometría cóncava a ratos, convexa otros. Y entre formas, que en su perfección siguen exponencialmente al infinito, él descubre espacios y yo recreo palabras… que suenan más entre dos.
Ilustración: Amantes 32. Nicoletta Tomas.
1 comentario:
Sencillamente y de nuevo, genial. Quizá sólo queda un cierto regusto a impaciencia, a calidez que no acaba de llegar, a sensaciones indicadas pero no transmitidas, no fácilmente sentidas...
Y, de nuevo, mis dudas...¿por qué "una arteria rousseauniana y una vena kantiana"?....Quizá, otra de mis preguntas sin respuesta. ;-)
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