Ilustración: Otoño. Windows.
“La madrugada de este sábado 23 de septiembre trajo un cambio de estación. El verano se despidió a las 6.03 horas (en la España peninsular) dejando paso al otoño, coincidiendo con el equinoccio astronómico, marcado por una duración equivalente del día y de la noche. La estación se prolongará hasta el próximo 22 de diciembre a las 1.22 horas”. (Europa Press)
De adolescente, a mi formación jesuítica y mis clases de teología les debo una explicación que le da mucho sentido a una de mis mayores predilecciones: el otoño.
Recuerdo que uno de esos teólogos nos explicaba la diferencia entre los capítulos 1 y 2 del Génesis, que pretendiendo describir ambos el mismo evento –la creación del mundo- lo hacían desde ópticas distintas, siendo que cada uno había sido escrito por pueblos diferentes. Para uno, el mundo había sido creado cuando las aguas descendieron y la tierra seca dio paso a la vida. En el otro fue justamente la lluvia la que al caer sobre terreno árido e inerte desencadenó el milagro de la existencia del mundo. Cada pueblo expresó el milagro desde sus propios deseos.
Yo nací y crecí en una ciudad de perpetuo verano. Un sol incandescente, una humedad soporífera, lluvias que se esperaban como prodigios, y que cuando llegaban hasta los adultos se volvían niños de nuevo y se bañaban y jugaban empapados por ellas.
Debe ser por eso que desde niña me gusta ver llover. Que el sol se nuble para mí siempre ha sido un buen augurio, de allí que caminar bajo un cielo gris sea como dejar fluir un inventario de razones para recrearme.
Sé que es una paradoja sentirme más viva en esta estación de advertida nostalgia, de inspirada melancolía, que pareciera llevarnos a vivir más de pasados idealizados que de presentes indiscutibles. Pero paradoja y todo, el aire frío y nuevo de las mañanas de otoño me hace más consciente de mi aquí y de mi ahora. Es mi génesis particular.
Y este año soy testigo –atenta testigo- que entre mi gente no soy la única que se reinventa.
En otoño siempre soy feliz.
3 comentarios:
Cuál fué la ciudad de eterno verano que te vió crecer?
Maracaibo...
Yo siento que el otoño es la estación de año para empezar de nuevo. Quizás porque era la época de inicio de clases, incluso en el perpetuo verano. El hecho es que esta época también me renueva, aunque no sea especialmente adicta a los cielos grises.
Talvez lo que me pasa a mí es que el sol me deja cargada de energía.
Besos Canelita
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