miércoles, 21 de junio de 2006

14.26

Ilustración: Stonehenge. AP

A las 14.26, hora peninsular, entró el verano. Hoy 21 de junio de 2006, aquí en Madrid.
La estación del estío, que le llaman, de allí lo de estival –y a mi que durante mucho tiempo lo de estival me sonaba a invierno, trineo y nieve, por la asociación con esquimal, supongo-; eso es que lo que tiene haber nacido en una ciudad de verano perpetuo, al aire libre, y otoño obligado, bajo techo.
El comienzo del verano coincide con el día con mayor número de horas de luz, y así, por ejemplo, en Madrid el Sol salió a las 6.44 horas y dicen que se pondrá a las 21.48 horas. No obstante, el día con mayor número de horas de luz –¡que estirado vaya por Dios!- no es el más largo, pues eso será el 24 de junio, la noche de San Juan, precisión que no termino de entender pero que conste que me he documentado.

Pronósticos:
Metereológico: ola de calor.
Lúdico-festivo: agitado y muy sociable.
Anímico emocional: as good as it gets!

Y no debo ser la única con tales augurios. A las 4.58 hora local en el Reino Unido, tras una noche entera de celebraciones, en Stonehenge el sol se elevó sobre la piedra Heel, la más famosa del complejo prehistórico, mientras decenas de personas tocaban los tambores con ritmos machacones que invitaban a la euforia colectiva, según leo en el diario.
Es por lo menos curioso que cada 21 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano, miles de personas se congreguen para celebrar la llegada del fulano estío. Stonehenge en Reino Unido, Teotihuacán en México, Estocolmo en Suecia…
En Maracaibo no se celebra el solsticio, pero afortunadamente no faltan San Juan y sus tambores.
Siempre me he dejado convencer por los buenos augurios de los tambores.

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