jueves, 25 de mayo de 2006

Luz

Ilustración: Amantes 120. Nicoletta Tomas.

Sonríe. No se ha despertado bien y ya sonríe. Con el cansancio que le pesa en los párpados y sus encantadoras ojeras hoy más pronunciadas, me sonríe. Y se acerca más, como si eso fuera posible, y acomoda su cabeza justo en mi pecho.
Ellos, mis pechos, hoy no amanecen huérfanos de sus besos, y sienten su aliento denso, pausado, profundo, tan profundo como la mirada en la que horas antes me perdía, y soñaba.
El mismo aliento que dejaba colgado un deseo en mi oreja, se resbalaba justo por mi oído y de allí, no sé cómo descendía hasta mi ombligo donde de nuevo lo recogía su boca.
Una boca que horas antes pedía en la penumbra algo de luz y con su mano la dejaba colar por la ventana, “… sabiendo que los volúmenes y los espacios sólo se hacen evidentes cuando la luz los atraviesa o los golpea…” (Le Corbusier. 1923).
Ahora, a la luz del día, veo que aún a medio camino entre el sueño y la duermevela, me sonríe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Qué decirte!! Otra vez, y como hace días, en "La espera y la sorpresa" y aún a riesgo de volver a ser "censurado", no puedo ni quiero evitar volver a mostrarte mi inquietud, mis enormes y crecientes dudas, ante esa "otra parte de tí", que sugieres pero no muestras, de sentimientos intensos que, a través de estas "ventanitas" (estas dos casi "saeteras") nos dejas "adivinar" pero de una forma tan distante...que el placer es sensiblemente menor...¡¡Una verdadera lástima!!