
Mi abuela siempre huele a canela. Desde pequeña tiene por hábito masticar clavos de olor después de comer. Con clavos de olor en su boca ha parido 10 hijos, criado 15, enterrado tres, cuidado de 7 nietos, ha visto nacer al primer bisnieto, construido una y otra vez su vida al lado de su único marido por 60 años y mantenido su jardín eterno desde que descubrió que entre sus plantas perpetúa ese milagro. Ella es el amor incondicional, a veces implacable, casi siempre entrañable, y por eso desde que tengo uso de razón éste tiene olor a ella. No me cabe duda. Si el alma desprende algún aroma, debe ser a canela…
Ilustración: Alegrame el día. Nicoletta Tomas.
3 comentarios:
¡Qué maravilla el poder dejarse mecer por tus palabras! Es verdad que con ese bálsamo el fondo pierde por completo su necesidad... Tu escritura es realmente un sortilegio para los/mis sentidos y se lee con el eco de tu voz resonando por dentro...
Chama: Aquí, desde el otro lado del océano, desde la fría y lejana Bogotá, leí tu blog y he quedado gratamente sorprendida. Tienes esa forma desgarrada de escribir, esa melancolía, esa nostalgia, que tanto busco en un escritor... Seguro que cada semana buscaré tus palabras, para deleitarme con su lectura.
Un abrazo,
Sandra
¿Qué sería del alma si no existieran las palabras? Tus palabras tonifican mi mente y mi corazón.
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