Ilustración: Lovers III. Desconocido.Sé que las aseveraciones absolutas son chocantes. Las afirmaciones irreductibles a veces nos revisten de pedantería. Aún así, a riesgo de caer en ello se me antoja decir hoy que desde hace algunas semanas creo que todas las personas hacemos, básicamente, tres cosas en la vida:
percibimos,
optamos y
negociamos.
En cualquiera de las tres, el otro –cualquier otra persona- es inevitable.
Percibimos a la gente que nos rodea, la que nos topamos, una o varias veces. Vecinos, compañeros de trabajo, amigos, familia, conocidos. Percibimos lo que sienten, lo que piensan, sobre nosotros, sobre si mismos. Si estamos muy atentos, hasta podemos percibir sus sensaciones, sus deseos. Y en función de ello y de nuestra elaboración optamos por comportarnos de una u otra forma. Somos cordiales, o no, les entendemos, o no, creamos vínculos con el otro, o no, los ignoramos, o no. En cualquier caso sea cual sea nuestra opción-comportamiento, eso genera respuestas en el otro. La respuesta puede ser favorable o desfavorable. Luego, negociamos.
Negociamos con nuestra pareja o amante cómo, cuando o dónde hacer el amor, o de que lado de la cama dormir –cuando se duerme-; negociamos con el amigo qué peli ver en el cine, negociamos con nuestros compañeros cómo nos distribuimos el trabajo, negociamos…
Cuando estudias sobre negociación, una de las primeras cosas que aprendes es que lo más importante de todo buen acuerdo es la pervivencia de las relaciones por encima del logro o la concesión. Ver en perspectiva. Y sobre todo, restarle dramatismo, pasárselo bien.
En una negociación, ver a la otra parte como un enemigo puntual al que hay que vencer, sin transigir, en lugar de un aliado permanente es una muestra de muy corta vista mental... y emocional. La vista corta no nos lleva muy lejos, y suele tener efectos severos para la rigidez de las cervicales.
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Me agrada percibirte, opto por compartir, ¿negociamos?